Las clases transcurrieron, aburridas, como
siempre. Los chicos esperaban impacientes el milagroso sonido de la campana
para salir del colegio e irse a sus casas. El milagro sucedió y todos salieron
disparados, encontrándose en la puerta del instituto.
-Nos vemos mañana todos en la excursión,
¿no?-preguntó Harry.
-Si nos dejan a todos, sí.-contestó Carmen, la
cual se despidió de ellos lanzando un bezo y se fue hacia su casa de la mano de
Jason, que iba a acompañarla.
-¡Chicos!-una voz los llamó.
Todos se giraron y Vito puso una mueca de
fastidio, tiró de Harry y se alejó, diciéndole a María que se verían en casa de
ésta última. A Blanca le cambió la cara cuando vio alejarse a Vito. Se
entristeció y preguntó con voz trémula:
-¿Vais mañana a la pista e patinaje sobre hielo?
María, Will, Elisa, Laura y Max, que eran los que
quedaban, asintieron.
-Claro, es que yo soy de un curso más, de tercero,
entonces yo también voy. Nos vemos mañana, adiós.-la chica se despidió,
entrecortada, y echó a correr hacia la dirección opuesta a la que iban ellos.
María suspiró. Veía que Vito, en el fondo, no
había perdonado a Blanca por aquel beso traicionero del que habían formado
parte Harry y Blanca. Max y Laura comenzaron a andar, despidiéndose también y
se alejaron riéndose. María miró a Will y a Elisa. Estaban incómodos. Elisa
dijo adiós con la mano y se dirigió hacia una calle por la que María suponía que
se iba a su casa. Parecía que todo iba normal, cuando Will alzó la voz.
-¡Elisa! Espera, te acompaño.
Y echó a correr detrás de ella. María rió.
Observó cómo Will se sonrojaba al ver que Elisa lo esperaba. Parece que todos
sus amigos iban a quedar emparejados. A paso lento, María llegó a su casa,
donde Vito la esperaba en la puerta.
-Venga, lentita.-se burló la pelirroja.
María le pegó de broma y entre risas subieron a
la habitación de María. Comieron y se pusieron a hacer los deberes. Cuando
Lucía llegó, María le pidió que le firmara la autorización a Vito y a ella, ya
que los padres de su amiga no estaban.
-Me voy a correr por los alrededores, ¿te
vienes?-preguntó la pelirroja.
-No, gracias, prefiero quedarme en casa leyendo.
Cuando su amiga salió de casa, María cogió los
cuadernos que había cogido de aquella casa y abrió el primero.
“14
de Febrero, 2005:
Hoy
es San Valentín, el día de los enamorados. Echo de menos a María José, y más
aún cuando he visto a Lucía. Es ya una mujercita. Su marido la cuida bien, y su
amiga también. La pequeña María tiene ya siete años, como su amiguita la
pelirroja. Javier está más grande, tiene dos años más y está hecho un bestia.
No me gusta. Le pega a su hermana y le rompe muñecas. La madre de la pelirroja,
Tania, ayuda mucho a Lucía y ha venido con ella, trayendo a su hija, Victoria,
y a su marido, consigo. Seguramente también habría venido la madre de la otra
mejor amiga de María. La pequeña Carmen es igual que Francina, su madre, y que
su tía, Alba. Las recuerdo a todas. Les habrá surgido algún imprevisto y no habrán
podido venir. Hoy, desde la ventana por la que miro siempre, he visto a Lucía
llorar por mi desaparición y a Tania consolándola. Las niñas fueron a hacer una
casa del árbol con los dos padres y Javier hacía el vago, jugando a
videojuegos. Han venido a pasar un tiempo aquí, tal y como yo le pedí a Lucía.
Mi padre me trajo cuando yo era pequeño, yo traje a mis hijos y les pedí que
trajeran a los suyos, Lucía es la única que me ha hecho caso."
María cerró el diario de golpe. María José era su
abuela. Lucía era su madre. Salían sus amigas y sus respectivas madres y la tía
de Carmen, todas ellas amigas de su madre. Su madre lloraba por una desaparición,
la desaparición de aquel hombre. La única persona que ella conocía y que había
desaparecido era… Pero no podía ser. Pero lo de los hijos… Aquella persona era
su abuelo.